LA PORFÍA DE SER CIUDAD

 (La porfía de ser ciudad es un libro colaborativo que escribimos en 2015 y publicamos en 2017. Se presentó en San Antonio, Copiapó y Valparaíso. El escuadrón fuimos Ernesto Azzar, Miguel Allendes, Patricio Karriel, Víctor Muga, Aníbal Escárate, Ramón Valenzuela y yo. A continuación, comparto una selección de un poema de cada uno de ellos).

Manifestamos

(Texto colectivo)

Nacimos como la maleza a la orilla de los rieles, como el trigo huérfano, descuidado, caído de las grúas graneleras. Nacimos excluidos, en el lugar de paso, en el lugar donde no es necesario quedarse y donde nos quedamos al fin, de todos modos. Nacimos por la necesidad, sin amor, bajo el brazo arrasador del progreso. Nacimos en la necedad de permanecer en un lugar por donde se pasa.

Nuestras calles, lanzadas al azar intentan nombrar lejanamente los patrones perdidos del tiempo. Se cruzan intempestivas para formar entre sus vértices plazas que realcen nuestra acefalia. Somos el lugar sin orden, el pasaje meado entre las bodegas, somos la crisis del progreso, el suicidio: el medio para cualquier fin.

Y por mucho que salgamos corriendo, a veces, volvemos. Sin pensarlo, volvemos a la ciudad de los demonios, volvemos para decir que este espacio no es un afuera sino un adentro, no es vagina sino útero, para decir que no es tallo sino fruto y semilla; que no es puerto sino ciudad.

Ser ciudad es para nosotros ser madre e hijo al mismo tiempo, es tener conciencia del ciclo, es decir con la firmeza del árbol que estamos aquí, que es relevante el viaje cotidiano de la gente al trabajo.

Por eso venimos, con nuestro propio mapa a rayar los límites intangibles y rústicos del tiempo y de esta ciudad, para nombrar el espacio que se ha perdido en la memoria. Para fundar la plaza de la cual se extiendan los caminos que nos traigan a casa.

Venimos con la sensatez de quien sabe que morirá, pero que aun así porfía e insiste en estar, venimos con la idea de renovar los palos y cartones para que vuelvan a ser refugio en medio del bosque, del trigal, del cerro y la quebrada. Venimos con la interrogante precisa y sin miedo, para caernos a la medida de las flores diminutas y volver a crecer con ellas.


Nacer en la ciudad destruida 

Ramón Valenzuela

Memoria emotiva

Húmedos de sangre y sal
Nuestros pies debían ahora subir el cerro

Nuestros pies Enterrados en la arena
Enterrados en la carencia
Enterrados en el Pasado que no existió
Que no alcanzó a ser recuerdo en mi mente de niño 
En el Pasado que se fue con mi nombre

Pies que crecieron acariciándose 
Para hacer frente al frío
Sin calcetines
Lavados constantemente
Porque nunca sintieron suya la falta de pan

Pies que se remecieron en mil novecientos ochenta y cinco 
Que se bautizaron y cambiaron otra vez de nombre
Para salir de aquellos palos que a la fuerza llamé hogar 
Porque ahora el mundo lo puedo armar a mi modo
Porque el hambre ahora es mi elección 
Porque el frío ahora lo decido

Aun así
Después de tanto albedrío
Mis pies secos y abrigados
Evocan entre sus pliegues
El cosquilleo constante de la arena

Aun así
Después de tanto albedrío
De tanta soltura tectónica
En la memoria
Palpitan las emociones
Sin imágenes ni palabras
Bajo las capas que dan detalle a las historias 
Ajenas al primer nombre
Ajenas al segundo nombre

La ciudad y la madre

Guillermo Ardissoni

Arrojados

“quien esté libre de pecado”

Arrojados a la ciudad
Igual como somos arrojados al principio 
Como quien levanta piedras del suelo 
Del barro
Para tirarlas creyendo
Que van a rebotar
En el agua:
Somos arrojados a la ciudad

Arrancados de la madre
Venimos dando de costalazos
Como una piedra que se ha caído del árbol 
Y que ningún niño de la cuadra
Quiere levantar

Retorno: cosa pasajera 

Héctor González

Deambular

Hay que comenzar a perder tanto para decir cansancio 
Humo entre los dedos
Perder tanto para andar
Para moverse de un círculo a otro
Con la miserable excusa de seguir
Hay que comenzar a perder tanto para tejer sustento 
Para labrar sonido
Para habitar las horas
Hay que comenzar a perder tanto para decir locura 
Para dibujar sonrisa
Para obviar lujuria
Hay que comenzar a perder tanto y de tantos modos 
Siendo vulgaridad extendida
Hacia afuera
Salto decadente que se arrastra
Hay
Insisto
Que comenzar a perder tanto y de tantos modos 
Que más vale aferrarse a certezas mutantes
A delirios diarios
A caos pequeño
A ojo de gato
A grieta en la calle
A grito de perro
Hay que comenzar a perder tanto para ser lo que consume 
Y no verse consumido por el fuego

Jugar de local 

Aníbal Escárate

Ustedes

Hombres
hembra matriarca
macho descalzo
soberbios genes
que atemorizan la memoria
manteniendo viva la imagen germinada y fecundada 
por antiguos artilugios arquitectónicos
desde antes de ver luz
desde antes de existir la oscuridad
de sentir el calor hogareño
Y el eterno otoñal:

Ustedes
capaces de razonar y cagarla;
Ustedes
sombras fuera de frecuencias y odas escasas;
Ustedes
copilotos de pájaros silvestres entre pequeños templos; 
Ustedes
seres apodados con un gentilicio santo
–la religiosidad impide conocerse a sí mismo–

Ustedes
¿por qué están aquí?

Cantos del derrumbe 

Víctor Muga

Paisaje ante la oscuridad

Y despierto con el primer rayo de sol 
Que atraviesa la cortina
Y es primavera
En los márgenes de una ciudad 
Oculta bajo una sombra
Y dirijo mi vista
Por el camino de las gaviotas 
Respirando la fría brisa
De un abismo
Que murmura frente a la ventana.

Y vuelvo a respirar
Y en el silencio
Mantengo los ojos
Más allá de nubes y puentes 
Para no contar el tiempo 
Que pasa bajo sus cuerpos Respirando
Caminando
Saboreando la sal
De un oculto sin sentido
Bajo la virgen y la cruz
Que amparan el crujido de un imperio
Fracturado
Que baja la colina
A la hora en que los condenados 
Recuerdan los caminos
Y cuentan las piedras
Que no desgastaron sus zapatos.

Y frente a la ventana continúa el abismo 
Y ya no murmura
Y en su lugar
En su vacío
Ha crecido el aromo
Que plantó la madre
Y que ahora rasguña la ventana 
Mostrando la ciudad
La tarde
La colina
El abismo
Por donde cae el imperio fracturado 
Por donde suben
Los condenados sin caminos.

Y el último rayo 
Predice la noche
El tiempo
La luz que va quedando
Los ásperos contornos
De la risa con llanto
La artificial naturaleza de un mundo 
Moderno y desertor
De bosques y roperos.

Y en los ojos
Se acomoda el fin del día
Y en el abismo
Sigue creciendo el aromo
Y bajo el aromo cantan los niños 
Con voz de piedra en los esteros 
Diciendo que sigo solo
Con un sol en las entrañas
Camino al callejón
De los balnearios somnolientos
Al reino de los hombres
Lentos y risueños
Al palacio con conejos
Donde viven en silencio
Los suspiros
Las canciones
Y una oscuridad que viene llegando.

Zambullirse en el río oxidado

Miguel Allendes Lira

San Antonio violado por todos lados

Mancha de Sardinas, 
Langostinos, Merluzas, 
Jurel rebosante de antaño; 
cómo se echan de menos 
ahora son extraños.

Vivimos frente a un Mar muerto 
y el humákino san antonino
le ha puesto a los Bosques
fecha de vencimiento.

Se rasgan Raíces
se esparce el Lodo 
$total$
el cemento lo puede todo

porfía de ser lugar libre

pedro Madero

los botes ya no zarparán a altamar

            fueron pescados en el crepúsculo 
neblina que corre por esta cuidad 
viuda de lamar
botes encallados en un supermercado 
terminaremos todos como cajeros 
sonriendo de mueca al exigente patrón 
utensilios de comida rápida
enlatados con abre fácil y cierra difícil

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