La huella indeleble y el paso lento que bailo

He lamentado durante años no poder volver a entrar al recinto donde crecí en Pelancura. Desde el cementerio, se ve la casa que fue mi casa y que sigo extrañando casi todos los días. Desde la calle, se puede ver el cerro donde aprendí a tocar la guitarra y que ahora está lleno de casas. Cuando escuché las canciones con las que terminé armando este Álbum Recopilatorio, viajé en el tiempo hasta ese lugar donde escondí los tesoros que hoy sigo buscando y, aunque varias canciones siguieron quedando fuera, nació "Las Huellas / Los Pasos", el disco que hoy reseño con este texto errático. 


Yo no planeaba hacer esto, pero también es cierto que resultó ser la excusa perfecta para recomenzar, para renombrarme -al fin- y para reunir simbólicamente todas esas huellas que me definen: todos los bosques que pasaron por el mismo cerro; las 14 y luego las 10 cabañas colgando por las que pasaba tarareando en la noche; las pelotas que tiraban los niños y que rodaban hasta perderse entre las ramas; las sombras circulares del Faro, inasibles, que hoy veo con más nitidez que mi propia sombra; el vino por primera vez, enamorarse por primera vez; callar hasta llenarse de lagunas y encontrar un cuaderno perdido con canciones donde lees "Lluvia de mayo" y sueñas -por años- con una música llena de peces que olvidas al despertar, con posturas de dedos y con guitarras que bien podrían ser leña al fin y al cabo; conocer al rey tuerto y la tortura del puerto que terminó siendo todo lo que no quería ver. Fui niño y también dejé de serlo en San Antonio pero con este gesto, con esta recopilación, no solo desentierro canciones antiguas, sino también dejo renacer a ese niño que fui en el futuro de hoy, en otro puerto, con otra voz más endurecida tal vez pero con el mismo corazón azul lleno de agua. 


Cuando vuelvo a Pelancura, admito que vuelvo a beber de los venenos que quise olvidar y aunque celebro que siga intacto el pedacito de bosque escondido entre las rocas, desde donde se puede ver el horizonte que se derrama, todavía siento el terror de ser atacado por los perros, de ver de repente una serpiente o una araña entre medio de las piedras, de amar y de terminar llorando por eso. Es cierto que la distancia me ha dado claridad para ver quien soy pero también con eso, he entendido incluso que las mismas distancias pueden ser engañosas. Yo no estoy aquí ni ahora realmente: estoy lejos, cantando en un silencio que avanza a peso lento y que no busca más que seguir cantando. Y aunque en este texto no reseñe las canciones ni las "distancias" entre ellas, solo me gustaría testimoniar que este trabajo que nació sin previsión, está realmente lleno de mí y lleno de lo amado y odiado mientras viví en ese lugar que aplastó el ripio de mi cara.

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