Manifiesto para partir
No quiero representar a nadie más que a mí mismo. A veces ni siquiera a mí mismo sino más bien a nadie. Empatizo inevitablemente con la banca que queda vacía por la noche en la plaza cuando ya no hay nadie; con los rostros de los autos oxidados; con los envoltorios de chocolate que ruedan con el viento. Hago canciones desde chico y desde que lo empecé a hacer, me quedé cifrando en verso todo lo que me conmueve. Me conmuevo con facilidad. Hablo con facilidad pero no se me es fácil compartir lo que hago. Generalmente pareciera que sí pero no. Me gustaría tener más ese coraje. He estado aprendiendo a tenerlo. He estado aprendiendo que estas palabras, si bien brotadas de mi dedo, me pertenecen efímeramente y están hechas de sombra. Me gusta pensar que quedarán aquí cuando yo ya no. Cuando yo sea la sombra. No me proclamo miembro de nada salvo de la vida de mi familia, de mis amigues y de mi hija. Escribo, canto y bailo estas líneas que se acumularon en cajones y cuadernos y que ahora vuelco al (baúl) digital casi como una excusa para poder decir: "estuve aquí, viví y dije lo que tenía que decir". Aunque sea en silencio.
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