VISIONES Y ESPERANZAS DE RUBÉN SANTIBAÑEZ: LA LEYENDA DE LOS OJOS DE MAR

'Tuvo que haber sido el año 2016: dos años antes de su muerte y cuatro antes de estas visiones y esperanzas en su nombre'. 

Retrato para el libro de Rubén Santibañez "Historia de San Antonio: de Promaucaes a Puerto Nuevo" en estado de Edición por Daniel Olivares y Marco Cantillana. Imagen tomada del Blog de Apreciación y Recopilación de la Obra de Rubén Santibañez.

Al principio me parecía que don Rubén Santibañez había dedicado demasiada atención a la muerte de sus contemporáneos y que ese era un juego peligroso, pero en verdad 'era' tanto un gesto de valentía como de audacia: parece que don Rubén tenía la visión cautelosa y -al mismo tiempo- esperanzadora de entenderse parte de un legado mayor. Eso pienso cuando al leer a don Rubén, profesor, cronista y recopilador imprescindible, aparece ante mí la muerte sin especulaciones. Y a mí me cuesta hablar de ella.

Pero lo importante del asunto para mí no fue lo muerto sino lo vivo. Don Rubén publicó y levantó más de una obra y entre lo que recopiló metió un set de leyendas. Cuando investigué la historia de San Antonio y conocí a Don Rubén, la que más me conmovió fue La Leyenda de los Ojos de Mar y en tiempos en los que falta tan poco para detener el proyecto del Mega Puerto en San Antonio, era casi una obligación continuar esta pequeña parte de su propósito.








Me complace pensar que a don Rubén tal vez le hubieran gustado estos dibujos basados en su trabajo. O tal vez al Rubén niño que espera sentado en la Estación de Trenes mientras se oscurece. Pienso que no se imaginó que íbamos a invocar su nombre tan rápido y de la mano de una leyenda, narración definida por oposición a la crónica de una muerte. Si puedo decirle gracias, las envío en el aire.

De todos modos, entre sus últimas líneas, leo su cautela como una ofrenda y como un legado. Tal vez como una última lección del hombre que desde la casa de El Pato Yeco -nombre de pájaro- emprendió el vuelo desde el Alto Mirador de San Antonio.

Escribió: Guillermo Ardissoni

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