San Antónimo Post-Cuarentena & el Fuego Imaginario

Definitivamente nos hace falta mucha noche (pienso): nos falta vernos -sin el velo de lxs vanidosxs- y compartir en el trance del "corro" y la risa algo más de lo que esperamos recibir y que siempre es un poco de atención (incluso mi inocente alter ego lo sabe). Nos hacen falta muchas cosas pero, sobre todo, nos falta fuego. En la segunda junta que hicimos para guitarrear y compartir canciones y que una vez más se dio en dinámica de ronda, me quedó la sensación de que estábamos reviviendo el cliché de cantar canciones alrededor de la fogata (cosa que nunca hice mucho, en todo caso) y se me quedó en la punta de los dedos la idea de que estábamos invocando una especie de fuego imaginario. En este texto, intentaré mencionar brevemente a quienes participaron de la ronda y me permitiré cavilar al respecto del fuego -y el velo que es preciso quemar-. 

(Después del guitarreo, hicimos fuego en casa de Vale y, al otro día, en casa de Ramón... pienso que hay tanto que quemar todavía).

El segundo guitarreo del verano lo hicimos en el Trigal, justo al lado de un bosque de pinos muy jóvenes que había después de la población nueva. El más joven, el Emerson, reapareció ante mí con su voz incendiaria hablando de cosas que caen y sobre el sabor de su sangre y yo no pude menos que conmoverme como la primera vez que lo escuché. Volví a compartir con el Matías Cena y su llamarada increíble, el Carmelo que prendió canciones que hasta se podían bailar y el Pape, el Bizarro y el Cherkán que ya habían estado la primera vez. Además, se sumó el Nico (que cantó sobre quemar su paco interior) y el Oscar que tocó el Sitar: tremendo instrumento que con solo verlo me puso los pelos de punta y me quemó la planta de los pies (lamento haber querido que tocáramos todxs juntxs con él al final y no lo hayamos hecho). Pero quien por lejos fue mi favorita, fue la Sammy, compañera con quien grabamos juntxs el "Ápice" de El Blindaje en Quilpué hace ya un año. Sencillamente, porque tiene unos temas realmente hermosos y un alma potentísima que se enciende con la música y que se le sale por la boca como un incendio blanco.  

(Foto de Oscar tocando el Sitar).

Pero el asunto en esta crónica, como dije, es el fuego -y el velo-. Por una parte, es indiscutible que el toque de queda puro que detuvo los movimientos sociales y la organización, así como la reunión y la música pero me imagino que ante la impotencia del fuego que dejamos de ver en la calle, algo debe comenzar desde aquí. Ramón intervino en la ronda ese día y se lanzó un poema que hablaba de eso, justamente: hay un tiempo en que todos los días para atrás se solapan y en un solo segundo cabe reiniciar la memoria. Por eso pienso que algo debe comenzar desde aquí y para adelante, porque hay mucho de nosotrxs que debemos simplemente echar al fuego y quemar -de ahí el velo-. 

Después de mucho dudarlo y dolerlo, ya asumí que el ego es el asesino de muchas buenas ideas en mi pueblo. Me apena notar cuánta gente, sin saberlo, padece la egolatría de quien espera toda la vida el momento para decir su chiste y en el último momento, de puro nervio, se traba la lengua. Y es que si hay algo que en materia artística debemos quemar (piensa mi inocente sin saber que peligra su vida) es el ego. Y resulta que decirlo no es algo antojadizo y sé que puede parecer hasta contradictorio, pero creo que el tema pasa por la expectativa que perfilan lxs artistas sobre lxs demás a través de su obra, cuando en realidad, el/la artista debe desangrarse si es necesario por su obra para que sea el espectador quien tenga la verdadera experiencia, la única por la que debemos trabajar. El momento del aplauso o incluso el momento después de bajar del escenario, el reconocimiento, al fin y al cabo, es en realidad un anexo, pura torpeza y comiquería cuando se le da demasiado valor (sueño con un arte donde todo se firme con anonimatos). 

("La foto salió movida").

Una vez en Viña, hace algunos años, después de escuchar a la Manu (cantora de Forestal) y declararle mi éxtasis con sus canciones, me dijo algo muy lindo y sabio que parafraseo: "cada persona siente lo que escucha de maneras distintas y cuando alguien se conmueve, no es la canción la responsable, sino el oyente que se ha conectado con algo dentro de él". El asunto es que para mí, artistas y gente en general, vivimos con un velo que nos refleja a nosotros mismos y creemos que vamos por la vida muy "hago esto, toma" cuando en realidad andamos rogando un poco de aceptación. Por mi parte, es lo que quiero echar a la fogata para empezar, aprender de la ronda para no acaparar la atención de nadie y prestar atención por igual, compartir como compañerxs de ruta y no como competidores en una carrera que va directo al vacío, dejar de medirnos y empezar a disfrutar de lo que hacemos, mientras lo hacemos, sin mayores pretensiones que hacerlo y ya. El "corro" tiene eso, el mundo se detiene al comienzo de la ronda y vuelve a girar recién cuando dejamos de correr, ¿seremos capaces de jugar más y proyectar menos? ¡Yo apuesto que sí! Por ahora, la ronda es un ejercicio para eso y solo hay que cuidarse de que donde debía haber una canción, no vaya a aparecer un vanidoso posando para la foto.

Comentarios

Entradas populares