Cianotipia de un fantasma (o de un acantilado)

        Valparaíso es un pueblito. Capital regional y puerto pero pueblito al fin. La mayoría de las personas se conocen o se cruzan en el plan. Cuando se busca playa en verano, solo tienes Portales o Torpederas. Por eso también es fácil encontrarse en el mar. Pero hay quienes mueren ahí y a ellos no se les encuentra más. 

Lucas Mix, cuyo segundo nombre era Marino, murió el 03 de septiembre de 2022 tragado por las olas de Playa Ancha. Ansioso porque llegara el verano, vio en el sol que empezaba a asomar la oportunidad para convocarse con su gente en la quebrada de las lúcumas y darse un chapuzón. Al final de la tarde, justo antes de irse, se lanzó con su hermana por última vez pero ya no salió.


(Cianotipia en tela hecha por Caótica Nini).

Un amigo desconocido


A mí, el rumor me llegó, primero, en forma de abrazo entre dos compañeras de clase. La misma noche, volví a escuchar algo en un brindis seco que alguien hizo en un bar. Unos días después, mi prima me contó la misma historia por tercera vez, agregando que era un bailarín carismático pero sobre todo, un nadador demasiado arriesgado. A las semanas, mis propias amigas comentaban el impacto y miraban el agua asumiendo una aterradora fragilidad. Yo no sabía quién era, pero me di cuenta que estuvo varias veces a una persona de distancia. 

La historia de este joven escurridizo como un pez, solo se puede contar en relación a los demás. Muchos se cruzaron con él y cuentan distintas versiones de lo que fue. Un mujeriego, un buen hermano, un gran amigo. El entusiasta que presentaba gente y sugería afinidades, tal vez apresuradamente, pero que terminaba armando grupos en casi todos lados. Un alegre ser de la expresión, que exploró todas las artes y contagiaba su interés por ellas. Por eso su pérdida se ha vuelto íntima y colectiva a la vez.

No fue hasta que pasaron dos años de su muerte que alguien se atrevió a decir que había tenido una mala experiencia con él. Seguramente, una señal malinterpretada dio paso a la barbaridad que luego hizo que fuera mejor abandonarse mutuamente. Dejaron de ser amigos y simplemente no se vieron más.

Estudió música en el IMUS y se interesó por los bailes folclóricos tradicionales. Aunque también le gustaba irse de fiesta y bailar reggaeton: “es como andar en el mar navegando a ciegas” dice la canción en la que pude verle bailar en el Instagram que aún lleva su nombre. En su descripción, él mismo advierte: “juego todos los días”. Musicalizó algunas obras de teatro y participó escénicamente en una de ellas. El último texto proferido en escena por Lucas, en la obra “Vino por la causa” de la compañía Ankalli, fue: “Quisiera tener una mesa/ larga como el horizonte/ que venga la gente y se apronte/ al encuentro y la sorpresa”. Sus palabras, aunque breves, eran casi una tesis de sí mismo. 


(Ciantotipia de textos pertenecientes a la Exposición en Casa Tuvilda).

La mancha azul


Su cara apareció por primera vez ante mí a principios de este año. En ella se le ve apoyando la espalda contra el muro, las manos atrás, el cuello torcido hacia la izquierda y los ojos achinados por el sol. Sonríe con complicidad. La imagen forma parte del afiche de una exposición. Se trataba de una convocatoria hecha por Francisca Silva para personas que habían intentado escribirle o escribir sobre él. Ella que lo quiso reunió todos los poemas, cartas y recuerdos que la gente mandó y los imprimió en Cianotipia, esa técnica de revelado artesanal en que las imágenes se graban azules sobre el papel. La exposición se hizo, primero, durante tres días en Taller Prusia de Cerro Alegre y luego, durante dos meses, en Casa Tuvilda de Almirante Montt. Colgados en hilo de pescar desde un techo en el que se proyectaba el mar, sobre un piso adornado con arena, simulaban pequeños fragmentos de un naufragio que caía al fondo siguiendo la extravía. El título de la muestra, “Amaradentro”, mitifica al joven Lucas en una imagen que combina su busto alegre con una cola de pez. 

Para Carlos León, observante de Valparaíso, en Playa Ancha terminan todas las cosas: la ciudad y sus habitantes. Lo dijo así principalmente por el cementerio pero también por el mar. Es sabido que la costa oeste cuenta con una impactante lista de suicidios que no deja de sumar nombres. Gente que no se puede encontrar en ningún nicho pero que llena los obituarios escritos a punta de lágrima en cada roca que apunta la larga mesa del horizonte. 

Lucas es uno de la lista. Aunque no fue en busca de la muerte e indudablemente murió demasiado temprano, se perdió en el mar. Si bien, las corrientes podrían llevarlo a cualquier parte del planeta, su última sonrisa se quedó en Playa Ancha así como en la mancha azul que dejó en su gente. En su madre que dos días antes alcanzó a firmar con él la potestad de un terreno en Viña. En su hermana que dolorosamente revisitará esa tarde hasta el último día. Pero sobre todo en su hija que irá a encontrar a su padre, como escribió, en “el aullido del viento” que se cuela por la quebrada y los acantilados.

 

(Texto escrito para el Taller "La ciudad como texto: Crónicas desde Playa Ancha", realizado por Cristóbal Gaete en la Biblioteca Pública de Playa Ancha. Compartido en mi Blog a 3 años, 3 meses y 3 días de la desaparición de Lucas. Con profundo respeto a su familia y amistades).

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